¿Qué me excusa a mí y no a él?



Tenía una idea buenísima el otro día, pero como iba manejando, no la pude escribir… pensé, ahorita lo hago. Lo que pasa luego (risas) es que nunca pasa (más risas). Somos como conejos, saltamos de lo uno a lo otro sin más.

El asunto es que me ronda en la cabeza desde hace unos días un pensamiento sobre la actitud que aplicamos generalmente a quienes nos rodean con el "debería" y por lo general nunca lo retornamos a nosotros.   

Lo gracioso es que juzgamos al otro sin mirarnos primero. Pretendemos que el otro no sienta lo que nosotros incluso ya hemos sentido o hecho. Podría parecer una idea muy trillada, pero la he pensado hondamente en mí no desde el juicio de lo que hace el otro, sino desde lo que yo hago y siento.

Trataré de explicarme en concreto: me descubro juzgando a mi hijo porque pasa mucho tiempo en la pantalla, la contrapartida de eso, yo también lo hago con mi celular y mi pc. ¿Por qué pretendo que él no lo haga, si yo también lo he hecho? ¿Qué me excusa a mí y no a él? Yo no lo hago con ningún interés dañino frente a la vida, pues ¿qué me hace pensar que el otro si?

(Esta misma lógica con cualquier otro asunto y/o emoción: rabia, irrespeto, falta de consideración)

Ejemplo en una relación de pareja luego de una conversación con una amiga donde me dice que tiene celos porque cree que su esposo está revisando las redes sociales de su ex.

Le pregunto: - ¿vos has revisado las redes de tu ex en algún momento? Calla y me desvía la mirada. Pienso yo: ¿Qué la justifica a ella y a él no? Luego de un rato me atrevo a preguntarle: ¿Tenés alguna intención más allá de la curiosidad con tu ex? De inmediato reacciona: - No, no, cómo se te ocurre. Al final solo sonrío.  

Es una cuestión muy bella y también perniciosa. Bella porque lo que hay debajo de esa idea es que creemos tanto en el otro que lo cargamos con una serie de estándares que ni nosotros mismos somos capaces de cumplir; es decir, hay tanta ingenua fe hacia el otro (la que muchas veces ni siquiera tenemos con nosotros) que nos da para pensar que “debería” comportarse de x o y forma. De verdad lo creemos capaz de tanto, que nos frustramos o nos enfadamos cuando el otro no hizo lo que nosotros pensamos que debería hacer o viceversa (risas).

Perniciosa porque… pues ya saben, es muy jodido esperar que el otro sea algo que primero no es, y segundo que nosotros “pensamos que debería” (risas) ser. De este lado creo que ya sabemos bastante.

Mi conclusión: hay que vivir en la realidad, en la que somos y son. No se trata solo de recibir (amor, consideración, aprecio, respeto, etc.) sino de dar y entregar. Pero nunca podremos dar de lo que no tenemos, por eso el primer paso, es darnos genuinamente a nosotros, sólo así seguiremos peregrinando.



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