¿EMBARRARSE? El misterio de la vida
Cuando mi hijo estaba pequeño adoraba meterse en los charcos, saltar en ellos, que el agua le salpicara. Yo me preguntaba con sorpresa y algo de fastidio: ¿qué será lo que le ve a empantanarse y brincar en el agua sucia? Igual pregunta me hacía cuando veía Pepa Pig junto a él y llegaba la parte más “divertida” de capítulo: los personajes terminaban, entre risas, saltando y embarrándose.
Recordé lo anterior leyendo a
Pablo d’Ors: “Lo gracioso – por no decir patético – es que el hombre está
montado en la vida y pretende salir ileso de ella. Tal pretensión de chapotear
en el barro sin embarrarse es, ciertamente ilusoria”.
Creo que nos pasa todo el tiempo,
la mugre la corremos a limpiar, la mancha la sacamos como sea, las cicatrices
nos avergüenzan, las arrugas las ocultamos, los dolores los tapamos, las crisis
las escondemos. Los niños, por el contrario, cuando no han llegado a
intelectualizar la vida -como nos pasa luego de cierta edad, que la mente se apodera
de todo lo que somos- disfrutan embarrarse, ensuciarse, untarse, vivir.
Luego recordé a Martha C.
Nussbaum, quien, en uno de sus libros, hablaba sobre el “asco” “aversión” o
“repugnancia” como un fundamento evolutivo innato, pero que a su vez supone
cierto aprendizaje. Nussbaum menciona que este sentimiento aparece en el niño solo
hasta cuando sus capacidades cognitivas han madurado lo suficiente”. Según el
estudio que citaba, los especialistas en psicología experimental coincidían en
que, la distancia hacia ciertos productos* es la forma como tramitamos la
angustia que nos genera tener (o, en última instancia ser) productos de
desecho, es decir, animales y mortales.
La conclusión me dio risa,
básicamente nos angustiamos de ser mortales, tratamos de evitar todo aquello
que nos recuerde o nos evoque nuestra finitud. Nos distanciamos del barro, de
la suciedad, de la imperfección. Entre más corremos para evitar los embates de
la vida, más desnaturalizados nos encontramos. Ya lo han dicho muchos antes y
lo seguirán diciendo, todos los miedos remiten a un miedo mayor: la muerte.
Creo que, si nos atrevemos a vivir, al final podremos descubrir que el misterio
de la vida es la vida. (risas)
*(heces, excrecencias del cuerpo y los cadáveres)
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