Puedo sola, pero si tiene el gusto…


Claro que podemos solos, solas, todos podemos. Pero a qué costo si nacimos en compañía, en manada, en tribu, en sociedad. Como lo quieran llamar.

Pareciera que el actual y viralizado “empoderamiento femenino” quisiera girar únicamente alrededor de la primera frase “puedo sola”. Todo ese ímpetu, fuerza, incluso, en algunas ocasiones, parecería rabia acumulada, concentrada en mostrar que “podemos solas”, olvidándonos que hay mucho apoyo, gentileza, ayuda que se hace única y exclusivamente POR GUSTO.

Dejarnos ayudar es una de las mayores sabidurías de la vida. Dejarse ayudar es un nivel espiritual mayor. No sé si saben de qué les hablo. Yo lo hice consciente hace un par de días mientras entrenaba en compañía. A pleno medio día, en un sol completamente abrasador, cuando llevaba quizá unos 40 mins del entrenamiento empecé a sentirme mal, no era la molestia o en cansancio habitual de cuando estás exigiéndote físicamente, comencé a sentir escalofrío (alarma de golpe de calor), entonces bajé el ritmo y decidí caminar. A quien me acompañaba le dije: sigue, sigue. Pero la respuesta fue: no, vamos, vamos yo te estoy acompañando, el entreno es tuyo. Inmediatamente reaccioné insistiendo: dale, dale, seguí vos. Me rehusaba a la compañía en mi mal momento, a aceptar mi debilidad y a la presencia que me decía, aquí estoy, aquí te acompaño. Volví a insistirle, que siguiera sin mí. Sin embargo, la ayuda permaneció y en ese momento un pequeño fruto de consciencia afloró, me dije: me permito aceptar esta ayuda, porque, aunque puedo sola, si esta persona tiene el gusto, lo recibo.

Desde ese momento procuro pensar: puedo sola, pero si el otro tiene el gusto, pues a mí también me gusta. Que una carga compartida es media carga, como dicen con las penas y todo lo demás.

Ahora, con el asunto del empoderamiento femenino quisiera, sin intenciones académicas de todas aquellas teorías de género y demás, proponer que dejemos al menos de contarnos la historia que nuestra “debilidad” femenina no amerita ayuda. Es decir, que prescindamos del relato que enfatiza en las diferencias de género y no en nuestras similitudes. Porque todos, hombres y mujeres, aunque casi siempre podemos solos, si el otro tiene el gusto, qué gusto me da a mí también.

 

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