De la bruma a la nitidez…
Una de las primeras preguntas que apareció
cuando empecé a meditar es ¿para qué *carajos* me sirve esto? (claro que
podríamos omitir la palabra en asteriscos, pero lo cierto es que a mí me vino
de esta manera). Pasaba “mucho” tiempo allí, invertía demasiado (lo necesitaba
y disponía de él), continuamente venía la duda ¿estoy perdiendo mi tiempo?
Respiraba, intentaba una y otra vez estar en la
percepción, sin hacer NADA, solo estar, solo darme cuenta de la vida. Me asaltaban
emociones, lloraba, sentía que me inundaba el amor, casi siempre en medio de lágrimas.
Sin embargo, antes de la meditación vino la
escritura, comencé a escribir todos mis pensamientos, sobre todo aquellos que
más me movilizaban, en especial los que me agobiaban, había muchos, cientos,
miles (risas).
En uno de esos escritos, encontré el siguiente:
¡Quédate aquí!
No desear que nada termine antes que
sea el momento.
Amar tanto la vida que cada cosa
tenga su espacio para ser, con su lugar y su tiempo.
Claro que hay momentos más épicos
que otros. Momentos que quisiéramos estirar hasta su máxima expresión. Entonces
hay que dotarnos de presencia para disfrutarlos; gusto para saborearlos;
valentía y la determinación para dejarlos ir. Finalmente, corazón para reposar
la sensación que nos dejaron.
Frente a los no tan buenos, aquellos
que pesan un poco más, que resultan largos, difíciles, a veces amargos, mucha
templanza y compasión.
Ahora es mi “mantra” para los momentos en que
mi mente comienza a escapar, sobre todo aquellos cuando estoy entrenando y no
puedo más, cuando quiero que se acabe ya (risas), me repito: quédate aquí,
quédate aquí.
En realidad “quédate aquí” sirve para todo. Es anclaje
para el día a día cuando enfrento momentos incómodos, en las largas esperas, en
los momentos de dolor, cuando de pronto no me siento con todo el ánimo y
energía que quisiera. Me digo: quédate aquí, no te escapes.
Darnos cuenta del afán en el que vivimos creo
que es uno de los primeros frutos que he cosechado luego de dos años de
meditación diaria. Es muy curioso cómo nos privamos del disfrute de la vida,
tenemos en frente un delicioso desayuno recién preparado y de pronto nos
sentamos a terminar rápido para salir corriendo a hacer otra cosa. Es como si
quisiéramos que todo terminase lo antes posible, vivimos escapados.
Como dice mi maestro Pablo d’Ors, lo que pasa
en la meditación no es lo importante, no meditamos por aquello que sucede allí
(que en realidad en el 99% de las ocasiones es NADA), sino que meditamos para
la vida.
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